sábado, 9 de enero de 2010

Arquitectura y Cultura

Arquitectura y Cultura
Giulio Carlo Argan
Biografía:
(Turín, 1909-Roma, 1992) Historiador y crítico de arte italiano. Inspector de los museos del Estado y profesor de historia del arte en las universidades de Palermo y de Roma, de cuya ciudad fue alcalde (1976-1979), su actividad en la promoción y difusión del arte contemporáneo durante la posguerra ha sido muy intensa. En su abundante bibliografía, los análisis de la historia de la arquitectura (Arquitectura barroca en Italia, 1957), las monografías de artistas (Botticelli, 1957) y los ensayos diversos (El arte del s. XX, 1977) reflejan su interpretación conceptual de la obra de arte.
Entre arquitectura y cultura no existe una relación diferencial; el problema se refiere sólo a la función y al funcionamiento de la arquitectura en el interior del sistema. Por definición es arquitectura todo lo que concierne a la construcción y es con las técnicas de la construcción que se instituye y organiza en su ser y en su devenir, esa entidad social y política que es la ciudad. La arquitectura no sólo le da cuerpo y estructura sino que la vuelve significante con el simbolismo implícito en sus formas; así como la pintura es figurativa, la arquitectura es representativa por excelencia. En la ciudad todos los edificios, sin excluir a ninguno, son representativos y con frecuencia representan las malformaciones, las contradicciones, las vergüenzas de la comunidad. Es el caso de las montañas de basura edilicia que la especulación incontrolada ha acumulado en las ciudades y de las que se dice con demasiada frecuencia que no son arquitectura, aunque los son, y representativa de una desdichada realidad social y política.
En el interior del sistema cultural urbano la arquitectura tiene una figura, como disciplina, compleja y no muy diferente de aquella de la lengua; es una disciplina autónoma pero al mismo tiempo, constitutiva y expresiva de todo el sistema. También por esto, si se quiere dar de la arquitectura una definición vinculada a las cosas que hace y de las que se ocupa, hay que decir que es lo mismo que la ciudad, de modo que todo lo que no funciona en la ciudad refleja, en definitiva, los defectos de la cultura arquitectónica o descubre su incapacidad para cumplir sus tareas institucionales. Sin hablar, por otra parte, de los arquitectos que, poniéndose al servicio de la especulación, traicionan la ética no sólo de la disciplina sino de la profesión.
En su confrontación con la ciudad la arquitectura siempre ha tenido tareas de gestión; una y otra vez ha determinado su estructura y su figura. La ciudad "ideal", nacida de la presunta omnipotencia de un príncipe, es una ficción antes política que arquitectónica; ninguna ciudad nació nunca de la invención de un genio, ya que es el producto de toda una historia que se cristaliza y se manifiesta. Lo que interesa no es tanto su fundación, generalmente legendaria, como su desarrollo, o sea sus cambios en el tiempo. Estos cambios no obedecen a leyes evolutivas sino que son la consecuencia de una oposición entre voluntades innovadoras y tendencias conservadoras; una de las contradicciones de nuestro tiempo está en el hecho de que las fuerzas políticas progresistas tienden a conservar y las fuerzas políticas conservadoras a destruir el tejido histórico de las ciudades.
De cualquier modo, la organicidad del sistema urbano es dada en todos los casos por la historia, también cuando la ciudad nació hace poco y tiene una historia breve. De hecho, la idea que tenemos de la ciudad y que no se ha modificado por el momento, es la de un acumulo cultural que da al núcleo la capacidad de organizar una zona más o menos extensa de territorio. Sin estos puntos de concentración e irradiación cultural no es concebible, en la actualidad, ninguna forma de organización del ambiente.
Ref: 2000-2003 Revista Contratiempo Buenos Aires Argentina Directora Zenda Liendivit/

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